domingo, 20 de marzo de 2011


De Cuerpo habitado [1991-2009]
(2010)



Le langage est une peau: je frotte mon langage contre l ’autre. C ’est comme si j ’avais des mots en guise de doigts, ou des doigts au bouts de mes mots. Mon langage tremble de désir.
Roland Barthes, Fragments d´un discours amoureux


A orillas de tu mundo voy creciendo.
Tomás Alfaro Calatrava, Afortunado náufrago


Dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado.
Tomás Segovia, Historias y poemas [1958-1967]


Me respiraste
en tu vacío lleno
y yo latía en ti y en ti latían
la vulva, el verbo, el vértigo y el centro.
José Ángel Valente, “Graal”, Mandorla


Indago a tientas los signos de tu carne.
Eugenio Montejo, “Horóscopo táctil”, Papiros amorosos


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1

mujer palabra    tu carne es sonido que en voz baja
pronuncio    paladeando sílabas
increíblemente oscuras en la vibración
y en al tamaño    hueles a luz
recién mirada    a objeto próximo y perfecto
cuando apenas lo tocamos
con el dorso de la respiración para advertir
un ligero cambio en sus frágiles contornos

mujer palabra    tu piel empieza en mis pulmones
o tal vez en mi sangre
cada uno de tus huesos es una letra
a combinar    un vago signo
que se escurre con lenta precisión de coleóptero

eres    lo sé porque al mirarte
corriges la desnudez del aire

podría leer la lluvia    no así tu cuerpo   escrito
a contrasueño    demasiado real
para mis ojos cuya materia es el humo y la ignorancia



3

sorbo la invisibilidad
que te cubre los pechos
alcanzo el hipogeo túmido
en el que la palabra
es una rajadura
con fuerte olor a tierra

sé que los colores de abril
están en permanente
maduración
bajo la ropa que cubre
tu desnudez fenicia
y trituradora de siglos
sin nombre    arde

la transparencia del poema
en tu lengua de árbol



4

sobrevivo a esa manera de mirarlo todo
como si hubiera cal en tus pupilas

ya no sé si esconderme
o dejar que mi cuerpo también se erosione

pero sería esa muerte en las manos
con el pañuelo de reírte

y la niña que eres    desollándome
obligándome a vivir



6

no es tan sólo mirarte las nalgas
y descifrar en ellas una ofrenda
un libro es de oscuros esplendores
donde poder leer el milagro tenue
de las formas copulando con el sol
y las acequias    entonces recorrer
pausadamente el alfabeto que hay
entre tus muslos    lamer todas
las vocales como quien sorbe noche
traducirte sin apuro    aún sabiendo
que la música está adherida no
a la tierra sino a las páginas más
hondas de tu cuerpo donde la luz
es piel y tu saliva un raro jeroglífico



7

busco con insensato afán
una mínima correspondencia
que dejes resbalar en la mirada

de muy poco me ha servido
golpearme los párpados
con un agreste caduceo

todas mis cicatrices son semillas
con las que prolifera tu presencia



11

siento una presencia subterránea
voces atascadas en mi piel    raros
vestigios de otra sangre sin embargo
reconocibles por el tacto    fundidos
con la mía en un solo discurso
transitivo    frágil    sicalíptico
podría lamer    incluso    la música
del bajo vientre    los arpegios
largamente domesticados para
el descenso a la ciudad que escondes



15

llévame a ese lugar
donde el tiempo es cicatriz
y no reproche

llévame    llave me
soñaré justo en tus manos
ávidas de abrir
puertas sin mácula
en la concéntrica
desnudez del mundo

el mundo
demasiado viejo para el amor



17

quizás sea una hoja
eso que dices de mí

porque ahora sólo te veo
agachada en el viento

mezclando tus brazos
con las sílabas
que picotean los pájaros

disimula    haz como si
el sol no te perteneciera

deja que tus dedos
comiencen un árbol



20

me riño por olvidar que eres lejos
que alimentas una provincia inaccesible
en la que las palabras son cuchillos
que florecen en el interior de la garganta



21

todo tu cuerpo es una biblioteca
susurrando lentamente a sol abierto
un único signo hinchado por el paso
complejo de las horas que giran
en la piel y la reescriben
con paciencia y con usura    pubis
de papiro o polilla tenaz
contra la lumbre    tu centro es vacío
                                              vertical
en el que abandono cada sílaba
como queriendo ascender
hasta la nuez esplendente del exilio



28

en el centro de todo exilio
está tu piel sudada    el animal
inmarcesible que duerme
bajo tu vientre de látigo

donde pones el ojo    el ser
pones    y hay tanto polvo
arriba de nuestros nombres



30

despiértame en la mitad del ronco
sueño    donde el viento escribe
con caracteres menos efímeros que tus dedos

mete la lengua en lo profundo
del verano    sacia el trasluz enhiesto que sube
de cada poema    abre la muerte
sobre el círculo de tus caderas    dime sí
para entretanto ir comiéndome tu sombra



32

hay un fuego gris y como rendido
al beso inmaterial de la ceniza
en todo aquello que no es
tu cuerpo              sobra el mundo



39

dispérsame    dispárame
excluye mis fragmentos
o al menos arrójalos
hacia el otro lado de la resolana

que el hueco de tu rostro
continúe reverberando
en el interior exigente del poema

rompe mis huesos
con tu lengua de ámbar
y ambigüedad lunar

usa el otoño para borrar mis límites

y bébetelos    distraída
desdeñosamente
como si fueran los restos
de un licor amargo
que sólo sirve
para convocar a dioses fracasados



40

los colores no son engendrados por la luz
sumisa    proceden directamente de la carne
tuya    fugitivos y completos en cuanto a
exilios    vívidos en el respirar y en el trabajo

hago un cerco con las palabras que voy juntando
invoco tu poder resbaladizo    tu torso
lábil y a veces invisible                     escribo

las tonalidades    los dúctiles matices
que bajan desde tu presencia    poderosos

vienen a concluir debajo de mis cosas
un itinerario exigente    traen el mensaje
material    el imperativo delicado de tu sexo



44

hembra sumergida en el medio
círculo del esplendor    paridora
de gnosis lúbrica    cada uno
de mis huesos está imantado
por tus maniobras de agazapamiento
espío tu cuerpo ofrecido al fosforescente
jadeo de la ceniza oracular

es así como busco tu piel detrás
de lo invisible    me alberga la promesa
de una cintura suspendida a ras de sueño

en tus cavidades el mar se reconoce
por eso frota contra tu nombre
el espesor atávico de los siglos

y el verano es una palabra entreabierta
desnudándote la boca



47

el solo ojo tiene hambre
de ascensión
por eso baja hasta las sílabas del limo
para comer allí
cuanto de dios hay entre la escoria



48

otro cielo no quiero
ni otra tierra
tan sólo el espacio
hendido por la voz
del mediodía entre tus piernas

porque allí el ser
es mano abierta
o apamate que se yergue
hacia lo blanco

y las palabras tienen sexo
viscosidad salina
con la que poder deletrear
el peso de la sombra
tras los cuerpos

eso quiero    únicamente piel
leyendo piel

peregrino voraz
en el cuerpo del poema



50

que mis manos aprendan a respirar
en el barro sapiente de tu carne
que acaricien las palabras encerradas
en tu pubis
como quien toca tierra o página

que sepan beber de lo invisible
no para la sed
sino por construir un espacio menos humillado



54

me inventas    díscola
los dedos in crescendo hacia
la floración sin trámites del ser
trabado en nudos opalinos
en carne verbosa y derramada

desnuda eres códice
que largamente codicio
trazos caprichosos y complicadas
ilustraciones en los márgenes
de la erección

bórrame    pues    los ojos y escribe
sobre ellos núbiles semillas
con las que poder mirar
sin que la muerte ensucie mis pupilas



viernes, 4 de marzo de 2011

De Animal perdido [1990-2008]
(2009)



El animal razonable es el único animal perdido,
el único que, en lugar de persistir en su
condición primera, se preocupa por forjarse
otra, a despecho de sus intereses
y como impiedad hacia su propia imagen.
E. M. Cioran

En este roce Dios es el hueco de gastarnos
Porque uno está solo en lugar o
Estancia o salto de pie en el vacío.
Yolanda Pantin


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I Razón de lo invisible [1990-2008]


5

Rodar sobre la propia exaltación,
ser animal que muerde
los sótanos del ardor.

Masticar el fuego que sale chorreando
desde lo adentro
de toda palabra.

Dar palmadas en lo invisible;
trazar signos allí
de sucia cal, de asilo.

Advertir que la muerte es un pulmón
que se vacía cuando respira lo blanco;

una estrella reseca, saciando
la imposible sed
donde proliferan todas las preguntas.


9

La eternidad es un trompo,
míralo girar
entre la piel y lo invisible.



10

Enloquecer de presencia,
de parpadeo;
extender los brazos
hacia el centro
de la mañana,
casi rozar su sexo
de azafrán y vidrio.

Alimentarse
a fuerza de verbo.



14

Nos bañaremos en el mismo río
todas las veces que nos dé la gana,
chapotearemos con desenfado
en su corpulenta inmediatez.

El tiempo dejará de ser una navaja
aún más incómoda que la de Okham;

se hará objeto, cosa enhiesta,
extensa convulsión
capaz de borrar todos los nombres.



17

Escribo tal vez por filamentos de razón en humedad que asciende hasta creer encontrar un asidero; en ese kibutz habrá otra sangre, menos ciega, en tránsito de flor que abandona su cicatriz definitivamente.
Escribo para desandar las túrbidas apariencias cenitales; no basta con que moje los dedos en la superficie difícil que las circunvala, hay que pegar las pupilas a los límites, frotar la transparencia hasta que sea carne o un collar de sílabas que podemos tocar con la mirada.



II Ojos de carne [1991-2008]



¿Tienes  acaso ojos de carne
o ves las cosas como un mortal?
Job, 10:4

3

Job levanta los ojos y mira el cielo
arrasado por tenues, hostiles presagios;
su cuerpo es una cifra desvencijada,
un tímido túmulo hostigado por el viento.

Yahvé acecha con ojos tan acerados
como la pálida locura, pero su aliento
es una vaporosa línea
que se confunde con el horizonte.



4

He pretendido derrotas más humanas   concilios que insistan en devolverle a tus pupilas la fragilidad del agua    he procurado desnudarme rigurosamente    exponer los miembros al asedio de los cielos    No descanso    respiro a hurtadillas    Ya no pertenezco al arbitrio de los dedos y su constelación minuciosa    Se me detiene la voz en la espalda    sudo de cerca tu vacío    tu lugar de estarme contemplando    resquebrajado    distante de tu sombra incisiva    Te aseguro estar husmeando en tus contornos    adelgazando en tu vientre que persiste en ser un ave de indomable ceniza    Regreso a mis vacilaciones    a mi audacia de mínima criatura asumiendo sus gestas por descuido.



9

Del otro lado de las llagas
hay un paisaje sin edad,
idéntico a la pobreza.

El espacio se hace descenso
en lo íntimo de la dádiva,

no es herida: surco
donde crecen los ojos.



13

Quiero arrojarte mi corazón
como si se tratara de una piedra
o de un venablo árido y mortal.

Pero mi corazón es un frágil
utensilio, una lámina de viento.

Mi corazón: payaso metafísico
sometido al violento señorío de la carne.



14

En su piel hay dunas y pozos donde la noche
se sacia; los huesos le crujen igual que viejas
herramientas, las manos escarban los flancos
del paisaje, pero sólo consiguen tocar lo árido.

Yahvé escribe sobre su pecho, debajo
de sus uñas, en las imperceptibles hendiduras
que recorren su cuerpo,
semejantes, tal vez, a antiguos caminos
únicamente transitados por chacales y ermitaños.

(Yahvé arroja las pupilas al aire
para que sean trozos de carbón al rojo vivo).

Job es el cuaderno donde apunta sus temblores,
su delicado sobresalto: signos de hermética
perfección y sudoroso abismo,
extrañas apócopes por las que resbala el universo.



18

Cicatriza el sol en lo alto de los árboles
y en lo más afuera de la boca,
donde la plegaria echa raíces angostas
que bajan hasta el cuerpo
                                         difícil
                                                   de Dios.



19

Si la lluvia fuera un punto y aparte,
si su menudo palabreo detuviera la corrupción
de los objetos, si el aturdimiento de los días
cesara detrás de tus párpados de arena.

Que ya no sea una quemadura respirar.



20

Job se desnuda y otro tanto
hace con las palabras;
su cuerpo es una piedra caliza
con la que tritura
los olores que suben de la tierra
lasciva. Nada es suyo,
ni siquiera el hueco que lo devora.



III Animal perdido [1991-2008]


Es tan corta la distancia entre nosotros y el abismo, casi inexistente, una delgada lujuria.
Rafael Cadenas, Intemperie


4
The flash, the bone, the dirt, the stone.
Walace Stevens

Busca su rostro entre los sarmientos de lo invisible
y la fárfara de la transparencia.
Mide con sus propias manos la rubia
longitud de las palabras; sabe verles
la respiración maltratada, el sudor, el barro
todavía pegado a las entrañas. Grita
y la oquedad le devuelve su misma voz,
pero esta vez vestida con una pesadez extranjera.
Su cuerpo es el bastón de no sabe qué
presencia tumefacta. Hombreloco revuelve
su carne en el polvo insumiso, mezcla
cada uno de sus huesos con la elocuencia
del aire. Pero todo sigue igual que
siempre: triunfa la redonda dureza del crepúsculo.



5

Alegatos del cuerpo
reclamando para sí
toda la gloria o la miseria.

*
La pedrada de morirse
hace demasiado tiempo
que halló su lugar.

*
Todo acto es una máscara,
una caja de resonancias equívocas:
hacer es mentir.

*
Se nos traba el lugar,
el pedazo de materia
destinado al fracaso.

*
Hache, ser una hache
de tejidos áfonos;
menuda parálisis
de huesos transparentes.



7

Aquí es una torcedura.

Duele a contusión reseca
justo en la mitad del sueño;

y son demasiados los espejos
que brotan
como erectas cicatrices
desde el núcleo
de la imposible, mordiente lucidez.



13

Eres un armazón de poros
y pequeñas desgracias,

en el cuerpo sin puertas
late irremediable el orgullo
—esa mínima mancha occipital
pretendiendo intimidades—.

Eres borrón y cuenta nueva,
tentativa de un comienzo
dibujado en los dedos.

Se diría que nada ha pasado
si no fuera por el verbo
en la zancada
haciendo de ti
un signo vertical

en batalla con el tiempo.



15

En el propio cráneo retumban los instantes igual que roncos estertores en un pecho sin edad. Dios está a la vuelta de cualquier significado, se puede oír su trajinar en los colores de la tarde, en el mismo movimiento de los mirlos cundo se allanan en negras expansiones.



16

Nacer
es un ojo de cal
ardiendo
al blanco vivo.



17

Hombreloco conocía el dialecto de los dedos,
todas las declinaciones de una antigua gramática
donde los árboles eran morfemas
de incalculable valor y la eternidad ni siquiera
una coma. Dios se escribía con abundante légamo
arrojado al aire y era imposible convocar a la muerte
sin cometer innumerables faltas de ortografía.



19

Acerca el oído
a lo que dice
con sus propias manos
la pletórica pobreza.



21

(Rafael Cadenas)

Sobrellevo medallas clandestinas, rótulos
enardecidos con lo roto, consignas abisales
que alimentan el anverso de la noche. Fui
ápice, aún lo soy pero de una manera
delgada. Me vigilo los inicios, soy una estrategia
inoperante; ese que se supone limpiando la sombra
de su tétano ciego, de sus ciegas tentaciones,
ese que nada busca o pretende; acontece,
sucede, sin más preámbulos que la imposición
de la realidad —fruta hendida en sus costados
por el rigor de las palabras—y una que otra maniobra.

Respirar es el acto más simple de seguir siendo.


28

Y en el centro de ese vacío
baila mi ser.
Kenneth White

En la mudez estrecha
de algunos lugares
he pretendido la parentela
de objetos detenidos en su forma,
la fraternidad sórdida
de figuras
dormidas en el abandono.

Sé que no soy parte
de cualquier construcción
ajena al trámite de mi cuerpo,
al andamiaje de mi respiración
entrecortada.

Pertenezco al exorbitante
jadeo del vacío.



29

Como quien sigue el espacioso
diálogo
entre formas y colores,
observa descender
la tarde
a través de su cuerpo
deformado
por las contracciones de la luz
y la expansión del deseo.

Hombreloco depone su cuerpo
para que la mirada posea
el espesor de la sangre
o el flujo arbolado
del aire en los pulmones.

El deseo le desbarajusta la piel
y pone orden
en su dispersa soledad.



30

Entonces escarbar con las uñas
en los objetos visibles e invisibles;
revolver en el aire
a ver qué pasa, destripar el infinito
por sus fosas nasales donde hay
tanto nudo gordiano
resoplando para el lado de lo oscuro.

Nos vale una pequeña fiebre,
un delicado fervor
saliendo de las palabras
hacia el núcleo erecto del verano.

Ninguna ciudad cabe en los ojos,
ningún guijarro es suficientemente pequeño
como para no hacer sombra a la verdad.

Ciegos de errar por los límites
ahora sobrenadamos
por encima de la piel
como aire separado de su propio tránsito.