De Cuerpo habitado [1991-2009]
(2010)
Le langage est une peau: je frotte mon langage contre l ’autre. C ’est comme si j ’avais des mots en guise de doigts, ou des doigts au bouts de mes mots. Mon langage tremble de désir.
Roland Barthes, Fragments d´un discours amoureux
A orillas de tu mundo voy creciendo.
Tomás Alfaro Calatrava, Afortunado náufrago
Dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado.
Tomás Segovia, Historias y poemas [1958-1967]
Me respiraste
en tu vacío lleno
y yo latía en ti y en ti latían
la vulva, el verbo, el vértigo y el centro.
José Ángel Valente, “Graal”, Mandorla
Indago a tientas los signos de tu carne.
Eugenio Montejo, “Horóscopo táctil”, Papiros amorosos
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mujer palabra tu carne es sonido que en voz baja
pronuncio paladeando sílabas
increíblemente oscuras en la vibración
y en al tamaño hueles a luz
recién mirada a objeto próximo y perfecto
cuando apenas lo tocamos
con el dorso de la respiración para advertir
un ligero cambio en sus frágiles contornos
mujer palabra tu piel empieza en mis pulmones
o tal vez en mi sangre
cada uno de tus huesos es una letra
a combinar un vago signo
que se escurre con lenta precisión de coleóptero
eres lo sé porque al mirarte
corriges la desnudez del aire
podría leer la lluvia no así tu cuerpo escrito
a contrasueño demasiado real
para mis ojos cuya materia es el humo y la ignorancia
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sorbo la invisibilidad
que te cubre los pechos
alcanzo el hipogeo túmido
en el que la palabra
es una rajadura
con fuerte olor a tierra
sé que los colores de abril
están en permanente
maduración
bajo la ropa que cubre
tu desnudez fenicia
y trituradora de siglos
sin nombre arde
la transparencia del poema
en tu lengua de árbol
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sobrevivo a esa manera de mirarlo todo
como si hubiera cal en tus pupilas
ya no sé si esconderme
o dejar que mi cuerpo también se erosione
pero sería esa muerte en las manos
con el pañuelo de reírte
y la niña que eres desollándome
obligándome a vivir
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no es tan sólo mirarte las nalgas
y descifrar en ellas una ofrenda
un libro es de oscuros esplendores
donde poder leer el milagro tenue
de las formas copulando con el sol
y las acequias entonces recorrer
pausadamente el alfabeto que hay
entre tus muslos lamer todas
las vocales como quien sorbe noche
traducirte sin apuro aún sabiendo
que la música está adherida no
a la tierra sino a las páginas más
hondas de tu cuerpo donde la luz
es piel y tu saliva un raro jeroglífico
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busco con insensato afán
una mínima correspondencia
que dejes resbalar en la mirada
de muy poco me ha servido
golpearme los párpados
con un agreste caduceo
todas mis cicatrices son semillas
con las que prolifera tu presencia
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siento una presencia subterránea
voces atascadas en mi piel raros
vestigios de otra sangre sin embargo
reconocibles por el tacto fundidos
con la mía en un solo discurso
transitivo frágil sicalíptico
podría lamer incluso la música
del bajo vientre los arpegios
largamente domesticados para
el descenso a la ciudad que escondes
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llévame a ese lugar
donde el tiempo es cicatriz
y no reproche
llévame llave me
soñaré justo en tus manos
ávidas de abrir
puertas sin mácula
en la concéntrica
desnudez del mundo
el mundo
demasiado viejo para el amor
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quizás sea una hoja
eso que dices de mí
porque ahora sólo te veo
agachada en el viento
mezclando tus brazos
con las sílabas
que picotean los pájaros
disimula haz como si
el sol no te perteneciera
deja que tus dedos
comiencen un árbol
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me riño por olvidar que eres lejos
que alimentas una provincia inaccesible
en la que las palabras son cuchillos
que florecen en el interior de la garganta
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todo tu cuerpo es una biblioteca
susurrando lentamente a sol abierto
un único signo hinchado por el paso
complejo de las horas que giran
en la piel y la reescriben
con paciencia y con usura pubis
de papiro o polilla tenaz
contra la lumbre tu centro es vacío
vertical
en el que abandono cada sílaba
como queriendo ascender
hasta la nuez esplendente del exilio
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en el centro de todo exilio
está tu piel sudada el animal
inmarcesible que duerme
bajo tu vientre de látigo
donde pones el ojo el ser
pones y hay tanto polvo
arriba de nuestros nombres
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despiértame en la mitad del ronco
sueño donde el viento escribe
con caracteres menos efímeros que tus dedos
mete la lengua en lo profundo
del verano sacia el trasluz enhiesto que sube
de cada poema abre la muerte
sobre el círculo de tus caderas dime sí
para entretanto ir comiéndome tu sombra
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hay un fuego gris y como rendido
al beso inmaterial de la ceniza
en todo aquello que no es
tu cuerpo sobra el mundo
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dispérsame dispárame
excluye mis fragmentos
o al menos arrójalos
hacia el otro lado de la resolana
que el hueco de tu rostro
continúe reverberando
en el interior exigente del poema
rompe mis huesos
con tu lengua de ámbar
y ambigüedad lunar
usa el otoño para borrar mis límites
y bébetelos distraída
desdeñosamente
como si fueran los restos
de un licor amargo
que sólo sirve
para convocar a dioses fracasados
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los colores no son engendrados por la luz
sumisa proceden directamente de la carne
tuya fugitivos y completos en cuanto a
exilios vívidos en el respirar y en el trabajo
hago un cerco con las palabras que voy juntando
invoco tu poder resbaladizo tu torso
lábil y a veces invisible escribo
las tonalidades los dúctiles matices
que bajan desde tu presencia poderosos
vienen a concluir debajo de mis cosas
un itinerario exigente traen el mensaje
material el imperativo delicado de tu sexo
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hembra sumergida en el medio
círculo del esplendor paridora
de gnosis lúbrica cada uno
de mis huesos está imantado
por tus maniobras de agazapamiento
espío tu cuerpo ofrecido al fosforescente
jadeo de la ceniza oracular
es así como busco tu piel detrás
de lo invisible me alberga la promesa
de una cintura suspendida a ras de sueño
en tus cavidades el mar se reconoce
por eso frota contra tu nombre
el espesor atávico de los siglos
y el verano es una palabra entreabierta
desnudándote la boca
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el solo ojo tiene hambre
de ascensión
por eso baja hasta las sílabas del limo
para comer allí
cuanto de dios hay entre la escoria
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otro cielo no quiero
ni otra tierra
tan sólo el espacio
hendido por la voz
del mediodía entre tus piernas
porque allí el ser
es mano abierta
o apamate que se yergue
hacia lo blanco
y las palabras tienen sexo
viscosidad salina
con la que poder deletrear
el peso de la sombra
tras los cuerpos
eso quiero únicamente piel
leyendo piel
peregrino voraz
en el cuerpo del poema
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que mis manos aprendan a respirar
en el barro sapiente de tu carne
que acaricien las palabras encerradas
en tu pubis
como quien toca tierra o página
que sepan beber de lo invisible
no para la sed
sino por construir un espacio menos humillado
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me inventas díscola
los dedos in crescendo hacia
la floración sin trámites del ser
trabado en nudos opalinos
en carne verbosa y derramada
desnuda eres códice
que largamente codicio
trazos caprichosos y complicadas
ilustraciones en los márgenes
de la erección
bórrame pues los ojos y escribe
sobre ellos núbiles semillas
con las que poder mirar
sin que la muerte ensucie mis pupilas
Ritmo, pasión, contención y belleza. Consigues aunar todas estas virtudes y, quizás, alguna más que yo no logro apreciar. Utilizas a la mujer, su cuerpo y sensualidad, como medio y excusa para profesarle tu amor a la "diosa Lengua". Me han sorprendido gratamente. Felicitaciones.
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